En el oscuro cadalso, amable manco,
bailan, bailan los paladines,
los flacos paladines del diablo,
los esqueletos de Saladín.
Maese Belcebú mueve las cuerdas,
de sus pequeños títeres negros, que al cielo gesticulan,
y, asestándoles en la frente un alpargatazo,
los hace bailar, ¡bailar al son de un antiguo villancico!
Y los títeres entrechocados, enlazan sus brazos flacos:
como órganos negros, los pechos calados
que antaño estrechaban gentiles damiselas
se embisten largo tiempo en un repulsivo amor.
¡Hurra! ¡Alegres danzarines, desprovistos de panza!
Podéis cabriolar ¡El tablado es tan largo!
¡Hop! ¡Que no se sepa si es baile o batalla!
¡Belcebú enrabiado rasca sus violines!
Baile de los ahorcados, Arthur Rimbaud.