¡Oh! No podría explicárselo. Cuando quiero a alguien muchísimo, no digo nunca su nombre a nadie. Es como renunciar a una parte de él. He aprendido a amar el secreto. Parece ser la única cosa que puede hacernos la vida moderna, misteriosa o maravillosa. La cosa más vulgar nos parece deliciosa si alguien nos la oculta. Cuando salgo de esta ciudad no digo a nadie adónde voy. Si lo hiciera, perdería todo mi placer. Es un costumbre tonta, lo confieso; pero en cierto modo parece aportar romanticismo a la vida de uno. ¿Me figuro que debe usted creerme loco rematado?
El retrato de Dorian Gray, O. Wilde.