La persona cuyos sentimientos tienden a la melancolía no se define así porque, privada de las alegrías de la vida, se consume en una oscura melancolía, sino porque sus sensaciones, cuando se amplían más allá de una cierta medida, o toman una dirección equivocada, alcanzan esta tristeza del alma con más facilidad que otras condiciones del espíritu. En el melancólico domina el sentimiento de lo sublime. Hasta la belleza, a la que es tan sensible, no tiende solamente a fascinarlo, sino a conmoverlo inspirándole admiración. El goce del placer es en él más ordenado, pero no por eso menos intenso; ahora bien, cualquier conmoción suscitada por lo sublime tiene para él mayor atractivo que todos los fascinantes alicientes de lo bello. 

Immanuel Kant, 1794.